Franquiciar implica duplicar un negocio que ya ha demostrado que funciona, y lo ha hecho durante un tiempo suficientemente largo como para poder deducir que no es un éxito pasajero. Si además la gestión que deberá realizar el franquiciado es suficientemente sencilla como para no exigir periodos largos de formación y supervisión permanente, estamos ante un buen comienzo.
La referida sencillez del negocio no significa que sólo puedan franquiciarse negocios sencillos, sino que para un mejor funcionamiento del sistema de franquicia es deseable que el negocio original haya sido “simplificado” por el franquiciador para evitar procesos complejos que muy probablemente antes sí existían. Asumiendo que partimos por tanto de un negocio duplicable, “simplificado” y cuyo éxito parece sólido, podremos comenzar a diseñar el proyecto, es decir, determinar las condiciones que definirán nuestra franquicia, distintas a las de cualquier otra porque habrá sido diseñada conforme a nuestras condiciones de partida, las características de nuestro negocio y nuestros objetivos específicos.
Diseñar un proyecto de franquicia consistirá en determinar todas sus condiciones: económicas, jurídicas, relacionales, estructurales, etc. Nada esencial puede dejarse al azar. Habrá además que verificar que todo encaja dentro del marco de diseño general y se cumple con el requisito esencial de cualquier proyecto de franquicia que pretenda consolidarse: la franquicia sólo prospera cuando sus condiciones son equilibradas y la rentabilidad general comienza por la del franquiciado.
El proceso de captación de emprendedores y lo cuidadosos y exigentes que seamos en él, determinará en gran medida el nivel de calidad de nuestra red. Si prevalecen los criterios cortoplacistas de aceptar socios o emprendedores que claramente no alcanzan el nivel exigible, sabremos con certeza que estamos hipotecando el futuro de nuestra red franquiciada y como consecuencia de ello el prestigio de nuestro modelo de negocio y de nuestra marca. Pero por absurdo que parezca, estas urgencias por crecer, la ambición desmedida por aumentar la red y la facturación, incluso cuando sabemos que no estamos siendo coherentes con nuestro propio criterio de selección, es una de las principales causas de fracaso de la franquicia.
Por último, debemos tener siempre presente que la relación de franquicia es una relación con personas que han apostado por nuestro modelo de negocio, confiando su capital y muy a menudo su trabajo cotidiano a nuestra capacidad y habilidad para rentabilizar esa actividad, nuestra actividad.